jueves, 12 de enero de 2012

capítulo 4 (sigue)



Los días pasaban, todos seguían con sus vidas. Bueno, todos menos yo, claro, que parece que iba a vivir siempre en el hospital. Pasaba las mañanas entre médicos, enfermeras y máquinas para seguir haciéndome pruebas que ya no sabía ni para qué servían y las tardes entre la merienda, la siesta y mis rutinarias visitas a otros enfermos de mi planta, sobre todo al señor Tilman. El señor Tilman era un viejo cascarrabias al que le gustaba charlar, le encantaba contarme anécdotas de cuando era joven casi aún más de lo que le gustaba que yo le contara las mías.

Marta seguía viniendo a verme muy a menudo, aunque desde el sábado que vimos la peli en el hospital, no se le había quitado la cara de preocupación pero nunca quería contarme qué pasaba con Álvaro, porque yo sabía que era por él. Y si le preguntaba por Silvia, simplemente cambiaba de tema como si no se diera cuenta. Agradecía mucho sus visitas, nuestras charlas interminables, las noticias que me traía, pero ya necesitaba saber la verdad. Hasta que un día cualquiera

-        -  Hola, ¿se puede?- allí estaba, era él, Álvaro.
-         - Sí claro, pasa, ¿qué tal estás?- dije incorporándome en la cama y adecentándome el pelo.
-          -Bien, bien- dijo cabizbajo entrando en la habitación- ¿qué tal estás tú? ¿ya vas mejorando?
-        -  Si, el médico dice que en un par de semanas podré volver a casa y sólo tendré que venir a rehabilitación.
-          - Oye… siento no haber venido mucho y eso pero es que he estado muy liado con exámenes, entregas y ya sabes cómo funciona mi carrera, siempre hay algo que hacer y bueno…
-         - Ya, entiendo pero los exámenes de Arquitectura acabaron más de hace mes y medio, puedo entender que no quisieras venir pero, no pongas los exámenes de excusa, que sabes de sobra que de falta de tiempo entiendo bastante.
-         - Sí sí pero ya sabes después tenía que celebrar el fin de exámenes con los de clase, y preparar los papeles para pedir la beca para irme a Irlanda a hacer el proyecto al curso que viene- las palabras se le atropellaban al hablar y no se sabía muy bien si por nervios o por miedo- y bueno ya sabes… en fin que, que lo siento-

Álvaro parecía de verdad arrepentido pero no me había mirado ni una sola vez a los ojos desde que había entrado. Había algo más en ese arrepentimiento. Y como nadie estaba por la labor de venir a informarme, hice lo que debía haber hecho hacía mucho tiempo.

-          - ¿Quién es?
-          - ¿Quién es quién?
-          - Lo sabes de sobra, no te hagas el tonto que te conozco y aunque lleve aquí encerrada dos meses no soy idiota- su pregunta me había molestado tanto que mi tono de voz subí un escalón casi sin querer.
-          - Mira Enma, ha pasado muchas cosas, de verdad, pero no creo que éste sea e mejor momento para explicarte todo eso. Yo sólo veía a ver cómo estás pero ya veo que mucho mejor así que mejor me voy- dijo cogiendo su abrigo  mientras se dirigía a la puerta.
-          - ¿Te vas? ¿¡Te vas?! ¿A dónde te crees que vas?- En ese momento se paró frente a la puerta con la mano cogiendo el pomo- Llevas más de un mes sin venir a verme, ni siquiera tienes la decencia de mirarme a los ojos y en cuanto te pregunto algo que no te gusta ¿me dices que te vas?- hice una pausa para respirar y coger fuerzas para decir lo que tenía que decirle- Pues no muchacho, tú te has equivocado de chica a la que tomarle el pelo. Yo he aguantado que no vinieras a verme, e incluso que no me cogieras las llamadas muchas veces o no contestaras a mensajes de facebook o por el whatsupp cuando sabía que estabas conectado y milagrosamente, en ese momento, desaparecías.
-          - Enma yo… estaría ocupado en ese momento, de verdad que si no te habría llamado seguro.- dijo girándose hacia la cama en que estaba yo.
-          - Déjame acabar, por favor- dije con toda la calma que pude reunir, porque lo que en realidad estaba deseando era levantarme de la cama, coger impulso y darle un buen bofetón, pero me contuve porque sabía que si lo hacía, no obtendría la respuesta que quería- He esperado este momento ya suficiente tiempo para saber qué es lo que pasa, qué somos, si es que somos algo aún, claro. Y permíteme que te llame cobarde si cuando intento pedirte una respuesta pretendes darte la vuelta e irte por donde has venido.- para ese momento hacía ya esfuerzos porque las lágrimas no cayeran de mis ojos, él me miró a la cara, dejó el abrigo en la silla y se sentó en la butaca que estaba al lado de mi cama.
-         - Enma yo… conocí a alguien.- dijo mirando a ese infinito situado en ninguna parte al que miramos cuando no podemos mirar a alguien a los ojos mientras decimos algo que, aunque sabemos que debemos decirlo, somos conscientes de que hará daño a quien lo tiene que oír.  
Y yo dejé de mirarle, había imaginado miles de veces esa misma escena en mi cabeza, sabía que él podía estar con otra y sabía que no sería fácil, per cuando llega el momento, parece más difícil aún.
-          - ¿Puedo saber cuánto tiempo llevas ocultándomelo?
-          - Verás,aquel sábado, cuando tú tuviste el accidente… en la discoteca…
-          - ¿Fue ese sábado? ¿La conociste allí?
-          - En realidad, ese día… intenté decírtelo.
-          - Y, ¿y cuánto tiempo lleváis juntos?
-          - Mira Enma, creo que esta conversación es mejor que se quede aquí, ¿sabes? Es…
-      -  Dímelo, prefiero saberlo.- Apreté los puños bajo las sábanas y le miré directamente a los ojos- A ver si te crees que a estas alturas rte idealizaba como un príncipe azul después de todo.- intenté sonreir, pero se me cayó una lágrima con el esfuerzo.
Él se dio cuenta, y dijo – tres meses, Enma lo siento, intenté decírtelo antes, de verdad pero las cosas no estaban bien y cuando nos veíamos tú siempre andabas tan liada con…
-      -    ¿Y qué? No iban bien ¿y qué? Debiste habérmelo dicho.
-        -  Al principio sé que fui un egoísta, no podía elegir, te quería muchísimo aunque las cosas fueran mal y entonces, pasó lo del accidente, y ella estaba siempre ahí incluso cuando hablaba de ti y tú…
-         - Ya, y yo simplemente, no estaba. Lo sé, no era la novia perfecta.
-       -   Y es que después cada día era más difícil venir a contártelo, tú no estabas bien y me daba miedo que esto te afectara. Venía a verte y me costaba mirarte a la cara sabiendo que te estaba engañando. Lo siento, de verdad, sé que no será fácil pero espero que puedas perdonarme.
-       -   Ya, te entiendo pero, ahora prefiero que te vayas, de verdad, márchate.
-      -    Si quieres puedo venir a verte otro día y te prometo que si me llamas lo cogeré y si necesitas algo pídelo que yo, yo…- caminaba hacia la puerta entendiendo que no debía permanecer mucho más tiempo allí porque podía estallar.- Mejórate y lo siento.- 

Rompí a llorar tan pronto como se cerró la puerta, no podía más, había aguantado suficiente las lágrimas. Era lógico. Lo que no tenía ningún sentido era pensar que Álvaro seria él, “el único”, el que estaba en el mundo sólo para mí. Mil veces había pensado que era su niña, la chica de sus ojos, la única para él… y ves la realidad, o más bien te chocas con ella, y te das cuenta de que, como tú, puede haber muchas más y no serás especial porque lo hayas sido durante un corto tiempo en su vida, un tiempo en el que creíste tocar el cielo, sino que, si eres especial o no, el tiempo lo dirá.

Ilusa de mí, que tan sólo con enamorarme una vez creí entender lo que otros no llegan a comprender en una vida.

martes, 10 de enero de 2012

capítulo 4: ¿qué importa el dónde?


Al día siguiente, Marta apareció en el hospital a la hora de la comida cargada como una mula y roja como un tomate, parecía que fuese a estallar. Llevaba el portátil en una maletita, una bolsa de cartón, su bolso negro de tachuelas, el abrigo, la bufanda y una bolsa de plástico con lo que supuse, sería su comida.
-         - Ah puf- Dijo respirando hondo para no caerse redonda al suelo- los ascensores… los ascensores, estaban ocupados- dijo dejándose caer en el butacón de la habitación.
-         - ¡Pero Marta! Es la quinta planta y vienes cargadísima de cosas, ¿cómo se te ocurre subir andando? Podías haber esperado.
-         - Ya pero, pero pero llegaba tarde!-
-         - Anda, respira hondo y después me lo cuentas. – Qué cosas tenía Marta, serían cosas de la edad, pero siempre me sacaba una sonrisa.
Fue recuperando el aliento poco a poco y me fue contando su semana de clases, trabajo etc. Pero la noté un poco rara, había algo que le preocupaba, algo no iba bien.
-        -  Marta, ¿estás bien?
-      -    Si, si, no te preocupes, todo está bien.
-        - Marta, en serio, no sé si es contigo o con quién, pero algo pasa, y te preocupa.
-       -   Sí pero es una tontería, ya sabes que le doy muchas vueltas a todo pero se pasará rápido.
-      - Marta, siempre que puedes vienes a verme, estás aquí cuando más lo necesito y eso me ayuda mucho. Pues yo también quiero ayudarte a ti ¿Qué es lo que te pasa?
-      -    Mira, no es algo que yo… deba contarte, es muy delicado y bastante tienes ya…
-       -   Ya sabes que me queda poco tiempo de estar en el hospital y… ¿es por Álvaro, verdad?
-      -    La verdad es que sí, es por él pero ya te digo que no soy la más indicada para decírtelo porque ni siquiera estoy segura de que sea cierto…
-        -  Entiendo pero… ¿es que crees que está con otra?
-     -     Enma, de verdad que no lo sé, así que será mejor que dejemos el tema, ¿vale? ¡Que te he traído un peliculón para esta tarde!
-    -  Está bien, por hoy me conformo pero la próxima vez que vengas ya puedes estar bien informada porque tendrás que contarme absolutamente todo lo que sepas, ¿queda clarito?
-       -   Si mi general- Dijo poniéndose muy derecha con una mano en la cabeza y las dos nos echamos a reír.
La verdad es que era genial que viniera a visitarme, siempre hacíamos cosas divertidas a pesar de estar en el hospital, parecía increíble poder pasarlo tan bien allí. Y como tenía tanto tiempo para pensar en el hospital llegué a la conclusión de que no importa el dónde, el cuándo o el qué, sino que lo más importante es el “con quién”.
-¿Cómo está la reina de la planta? Hola Marta- Alicia hizo su aparición en aquel mismo instante para llevarme la comida – Ya puedes comértelo todo, que los enfermos de tu planta se vuelven locos al verte pero creen que estás “demasiado flacucha”- Las tres nos echamos a reír.
- Tranquila, me encargaré personalmente de que se lo coma todo pararé la peli- Dijo Marta mirándome de reojo para que me diera por amenazada.
-Qué peli vais a ver?
- Aún no me lo ha dicho, lo único que no para de repetir es que es un peliculón.
-          ¡Es que es un peliculón! No es muy conocida y al principio puede parecer una americanada muy típica pero os aseguro que… que es un peliculón- risas y más risas, esa era la mejor medicina que nadie me podía dar.- Se llama “Cartas a Julieta”-
-          Bueno, pues parece que lo pasaréis bien, ya me lo contaréis porque tenemos chicos nuevo en al panta y parece que va a tirar mucho de nuestro tiempo. A todo esto, Enma, el Señor Tilman se quejaba esta mañana de que hace mucho que no le haces una visita y no te vendría mal dar un paseo después de comer que la rehabilitación no va a hacer milagros si tú no haces por andar. ¿Okei?- dijo saliendo de la habitación.
-          Okei Alicia. – Bueno, veamos que tenemos para comer... judías- dije con desgana cuando levanté la tapa de plástico duro que guardaba el calor de mi comida. ¿Tú qué tienes?
-          Siento darte envidia pero yo tengo ¡jamón serrano!-
Marta puso la peli en su ordenador y las dos fuimos comiendo mientras la veíamos. La verdad es que era preciosa, dos prometidos se van de viaje a Verona, la ciudad del amor, la ciudad de Romeo y Julieta, pero en vez de un viaje de novios parece más de negocios para él. Ella encuentra allí a las secretarias de Julieta y vive una historia apasionante en la que descubrirá que su prometido no es su media naranja.