miércoles, 25 de mayo de 2011

una historia de naranjas

Hoy os voy a demostrar que los seres humanos no somos tan diferentes de las naranjas como creemos.



Aristófanes contaba que en un tiempo muy muy lejano los humanos eramos como naranjas, pero no como las naranjas que compramos hoy en día en la frutería, sino naranjas perfectas. Aquellas naranjas tenían dos caras opuestas sobre una misma cabeza, cuatro brazos y cuatro piernas que utilizaban para desplazarse rodando. Había naranjas de diferentes tipos: con dos partes femeninas, dos partes masculinas, una femenina y una masculina, incluso con tres partes a veces.
Estas naranjas tan perfectas se creían capaces de lograr casi cualquier cosa y su vanidad les llevó a enfrentarse con los dioses. Zeus decidió partirlos por la mitad como castigo; y encargó a Hermes atar la carne sobrante en torno al ombligo. Ya repuestos, los seres andaban tristes buscando siempre a su otra mitad, y si alguna vez llegaban a encontrarse con ella, se enlazaban hasta dejarse morir de debilidad.

Zeus, compadeciéndose de la condición de estos seres, ordenó a Hermes girarles la cara hacia el mismo lado donde tenían el sexo: de este modo, cada vez que uno de estos seres encontrara su mitad, pudieran obtener placer, e incluso descendencia si se trataba de un ser andrógino.
¿Y no nos hace esto pensar que los que hoy nos hacemos llamar humanos somos bastante similares a esta especie de naranjas que existió en tiempo de la Antigua Grecia. Si no, ¿por qué nos pasamos la vida buscando nuestra “media naranja” con la que nos sentiremos más “completos”.

Y es que, aunque no sea necesario encontrar a nuestra “media naranja” para ser felices, hemos de admitir que nos encanta sentir que no somos personas diferentes, sino partes de un todo.

Yo me planteo esto como un juego, y mientras busco a mi media naranja, voy probando con medios limones, que son un poco más amargos, pero también están bien =)

feliz día a tod@s!